La llaman el “arca de Noé” de las plantas, la “bóveda del juicio final” o “el búnker del apocalipsis”, y está localizada a unos 1.000 kilómetros del Polo Norte. Pero, más allá de sus apelativos bíblicos o catastrofistas, es una de las mayores iniciativas de conservación medioambiental y alimentaria en curso.
En
un búnker abovedado excavado en una montaña de las islas noruegas de
Svalbard, en el océano glacial Ártico, se están almacenando duplicados
de las semillas de todos los alimentos del mundo, para asegurar su
conservación en caso de ocurriera una catástrofe masiva de origen
natural o causada por la actividad humana.
Está construida para resistir el
paso del tiempo y desastres, como terremotos, radiaciones y actividad
volcánica, así como una epidemia de plantas, una guerra nuclear o el
cambio climático, y también está a salvo de los osos polares nativos que
merodean por el exterior, según sus constructores.
Noruega es la propietaria de las instalaciones, mientras que
los bancos nacionales de germoplasma, unas instituciones que coleccionan
material vegetal vivo, son los dueños de las semillas que envían a
Svalbard, sin que el depósito de las muestras vegetales suponga una
transferencia de propiedad.
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