viernes, 2 de mayo de 2014

El animal más rápido del mundo no es el guepardo, es un ácaro

Pues sí, el animal más rápido del mundo es un ácaro, y responde al nombre científico de «Paratarsotomus Macropalpis» (vamos a llamarlo Tarso, para abreviar). Muchos de nosotros recordaremos los conocidos documentales de animales de la segunda cadena de RTVE, de modo que al escuchar la pregunta «¿cuál es el animal más rápido del mundo?», nos habrá venido seguro a la memoria la figura felina y elástica del guepardo. 

Si allá por los años 80 del pasado siglo un documental de la 2 nos hubiera enseñado, con imágenes a cámara superlenta, que el sprint de un simple ácaro dejaba al felino africano a la altura del caracol en materia de velocidad, ese programa, británico seguramente, hubiera perdido todo su glamour, aunque hubiera ganado sin duda una nota de humor digna de agradecer. Y no hubiéramos enterado, de paso, de que la velocidad, como tantas cosas, también es relativa

El ácaro en cuestión, Tarso para los amigos, tiene el tamaño de una semilla de sésamo, y, para que nos hagamos una idea, su velocidad es equivalente a la de una persona que corriera a una velocidad de 2.092 kilómetros por hora, esto es, casi 1,9 la velocidad del sonido. Tarso ha sido grabado recientemente a una velocidad de 322 longitudes de cuerpo por segundo (algo asombroso), una medida que refleja la rapidez con que un animal se mueve en relación con su tamaño corporal.

Tamaña celeridad ha desbancado al escarabajo tigre australiano, que hasta ahora ostentaba la marca mundial, es decir, hasta que unos estudiantes de la Universidad de California, decidieron investigar el asunto, dedicando todo un verano a perseguir a estos portentos de la naturaleza. El resultado es que actualmente Tarso tiene el récord Guinness al animal más rápido del mundo.

Dejando a un lado el humor, el estudio de este arácnido está aportando una valiosa información a la la fisiología del movimiento. La velocidad relativa y la frecuencia de paso aumenta cuanto más pequeño es el animal. En teoría, la fisiología muscular debe poner un límite a la velocidad a la que una extremidad puede moverse, aunque a día de hoy no se ha establecido. «Estábamos buscando la cuestión fundamental de si existe un límite superior a la velocidad relativa o la frecuencia de paso que se puede lograr», ha dicho Jonathan Wright, profesor de Biología en elk Pomona College. 

Por otro lado, más allá del hecho de la velocidad en sí misma, el estudio del fenómeno «podría ayudar a inspirar —según Samuel Rubin, físico en el Pitzer College— nuevos diseños revolucionarios para cosas como robots o dispositivos biomimético.» De hecho, no es sólo la velocidad lo más interesante de este ácaro, sino la capacidad para parar y cambiar de dirección también muy rápidamente, características que están siendo investigadas con vistas a posibles aplicaciones en bioingeniería.

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