jueves, 8 de octubre de 2015

La empatía y la violencia, dos caras de la misma moneda según la psicobiología

La empatía es la capacidad para ponerse en lugar de los demás, para participar de sus sentimientos, emociones, ideas y creencias. Nada más alejado, en principio, de la violencia. Sin embargo, las investigaciones realizadas por el equipo que dirige Luis Moya Albiol en la Universidad de Valencia, especializado en neurociencia social y centrado en el estudio de la cooperación y la empatía, la violencia y el estrés social, demuestran que comprender la empatía es fundamental para «prevenir y tratar la violencia», ya que se ambas comparten circuitos cerebrales, que vienen a ser como dos caras de la misma moneda.

Luis Moya Albiol
Moya Albiol, que ha publicado recientemente el libro La empatía. Entenderla para entender a los demás, afirma que los nuevos descubrimientos concluyen que las «bases biológicas que regulan la empatía coinciden con las que regulan la violencia; hay un solapamiento de los dos circuitos cerebrales». En efecto, las áreas cerebrales implicadas en la empatía y en la violencia son muy similares.

Estos descubrimientos podrían abrir nuevas vías para prevenir y tratar los problemas sociales derivados de la violencia. El hecho de que la empatía y la violencia compartan el mismo espacio, es decir, de que ambos procesos no se puedan dar al mismo tiempo, podría fundamentar estrategias terapéuticas que fomenten la empatía para evitar o reducir las conductas violentas. Por otro lado, permitiría el «desarrollo de la psicofarmacología de la violencia y de otras terapias para ganar en el fomento de la empatía y en la disminución de la violencia humana y, por ende, de la criminalidad».

Moya Albiol aclara que, aunque está demostrado que la hormona llamada «oxitocina» fomenta la empatía, no se puede ignorar la relación que se da entre la biología y la cultura. En ese sentido, Albiol subraya el hecho de que la educación de los niños en la empatía sirve para disminuir los conflictos, y viceversa: «Aquellos mimados, con padres cariñosos, tienden a consolar a otros cuando los ven llorar; en cambio, los maltratados no solo no consuelan sino que tienden a agredir».

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